¿Tiene sentido la vida?
Sea cual sea la explicación, que ya estemos predestinados a algo, o que la vida sólo sea producto del azar, siento que entonces no hay ningún propósito de estar vivos.
Al estar viviendo, te puedes enfrentar a diversas situaciones que te pondrán feliz, alegre, enojado, triste, furioso, melancólico y frustrado. Pero todas esas emociones se crean al enfrentarte a algunas situaciones. Y si de algo estamos seguros, es que las situaciones si que las podemos controlar.
Podemos alejarnos de las personas malas, y acercarnos a las buenas. O podemos enfrentar a las malas para tratar de volverlas buenas. Pero ahí entran dos cuestiones muy importantes.
1.- ¿Qué se tiene que hacer cuando las personas malas son las de tu entorno (escuela, familia, trabajo) y no se pueden evadir?
¿Se tendrían que ignorar? ¿Por qué? Son vitales para nuestra cotidianidad. Eliminarlas de nuestra vida acarreará problemas mayores.
2.- ¿Una persona puede cambiar? ¿Puede ser buena y volverse mala? ¿O viceversa?
¿Qué es lo que motiva a una persona a cambiar? Si me lo preguntan a mí, les digo que según mi experiencia las personas no cambian. Lamentablemente no cambian.
Hay veces en las que he creído que si cambiaban. Incluso lo decía, pero me engañaba a mi mismo. Si una persona de pronto se vuelve agresiva, o indiferente, simplemente ponte a reflexionar. Ponte a retrospectiva. Quizá siempre fue así, y no te dabas cuenta. No lo percibías así.
La vida es un mundo de percepciones. Todo está en la mente. Y podemos elegir cómo sentirnos en todas las circunstancias.
Eso es correcto. Increíblemente cierto. Nosotros somos los líderes de nuestras vidas. Pero no funciona así de simple.
Una persona, desde que nace, se va forjando una manera muy peculiar de pensar. De sentir. De responder.
Cuando está frente a una decepción, o una excitación, o una sorpresa, elige actuar. ¿Entonces qué es lo que está mal?
Que si esa persona creció creyendo que las decepciones son lo peor del mundo, nada evitará que se sienta devastado, triste, impotente.
Si una persona piensa que una excitante emoción es para disfrutarse, la disfruta. Pero si le enseñaron que puede conducir a cosas malas, la evade. Y se deprime.
Pero ésto no quiere decir que nos debe de dar igual las cosas. El sentirse mal con unas cosas y sentirse bien con otras es como nuestro mecanismo de defensa. Un sistema de aprendizaje que nos protege de las cosas malas. Si creemos que una decepción es mala, no decepcionaremos a nadie, y nos haremos responsables.
Si creemos que una excitación es prohibida, estaremos alerta. Y evitaremos hacernos daño.
Si estamos ante una sorpresa, y somos osados, reaccionaremos atacando. Si somos cautelosos, retrocederemos o correremos. Y si somos pensantes o tímidos, nos quedaremos quietos. A la expectativa.
Como ven, cualquier reacción no es mala. Tampoco buena. Sólo diferente.
Y eso es la vida. Cada persona tiene vida, y una manera de vivirla.
El problema viene en la convivencia. En la sociedad.
Por naturaleza, el ser humano es social. Pero la sociedad es sinónimo de diversidad. Tanto de forma, como de pensamiento. Y eso, INVARIABLEMENTE, conducirá al conflicto. Al enfrentamiento. Porque no habrá un acuerdo TOTAL.
Y la solución es la tolerancia. ¿No? Pues...
Si exponemos una situación con dos maneras de pensar, se puede elegir la mejor.
Hasta ahí todo bien.
Pero si exponemos una situación con dos maneras de pensar, situadas en dos marcos de referencia distintos... ¿Cómo elegir?
Si decimos que la pena de muerte es mala... ¿Lo es? Yo no he cometido ningún crimen. Ni he sido víctima de ninguno grave. Creo que no estoy ni en posición ni en perspectiva para opinar. Y creo sinceramente que no debería tener derecho de hacerlo.
¿La eutanasia es mala? ¿El aborto? ¿Los matrimonios homosexuales?
¿Puedo saberlo?
¿Me afecta realmente?
Pues sí, me afecta. Porque como dije antes, soy miembro de la sociedad.
No, no puedo saberlo. Pero la sociedad espera que sepa, para tomar una decisión.
Y eso, me asusta.
Hasta aquí dejo este divague. No deseo pensar más.
Gracias y buenas noches.
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