Este es un espacio en el que se debaten ideas en un lugar peculiar... mi mente. Y les informo que el título de cada entrada no es el tópico del texto, sino la idea con la que inicio.

sábado, 10 de enero de 2015

El borrador de un sueño...

Me sentía realmente distante. La clase continuaba, y mi vista no se apartaba de la ventana. Apenas el timbre suena, salgo del aula, y me dispongo a buscarla. Naomi es realmente bella. Y muy agradable. No se por qué, pero recientemente he empezado a sentir algo por ella. Con esos pensamientos me acerco a la azotea, donde solemos encontrarnos, pero por lo que veo me deja petrificado. Allí está. Con su cabello ondeando gracias al viento. Con sus mejillas brillando gracias a la luz del sol. Y sus labios, chocando con los de otro chico. Y ese chico es Raúl. Mi mejor amigo.
Pienso en gritar. En llorar. En correr. En ir a exigir una explicación, pero todo lo que pude hacer fue bajar la cabeza y regresar a mi salón. No podía ni moverme al principio, pero junté fuerzas y me recobré del impacto inicial. Me senté en mi pupitre y golpeé mi cabeza contra la paleta del mesa banco. Lo único que deseaba era que el tiempo pasase mucho más rápido. No quería estar en ningún lugar. No podía. Estaba atrapado. Atrapado en una ilusión, y esperando a que la tierra me tragara. Al día siguiente supuse que eso debía ser verdad. En el fondo de mi corazón pensaba que tenía que haber sido un engaño, pero cuando ella vino a buscarme, en sus ojos vi la verdad.
 - Santiago, yo en verdad lamento que hayas visto eso.
 - Yo también. - Le dije. Con notoria seriedad en mi voz.
 - Yo... no quería... es decir... fue un error.
 - Y vaya que lo fue. No debí de ir a la azotea.
 - No es eso... yo... nada de eso debió pasar.
 - No importa. Ya no importa nada.
 - Santiago, no digas eso. Sabes que eres un gran amigo.
 - Ya me ha quedado claro. - Notaba que apretaba sus ojos. Estaba enfadada. ¿Por qué? ¡Quien se sentía realmente indignado era yo!
 - Yo... no quiero perderte.
Me quedé en silencio. No podía soportarlo más.
 - Tu... Santiago... ¿tu me quieres?
Ahí fue cuando exploté.

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Hacía frío. Temblaba. Me sentía incómoda en ese lugar. Sentía que no podía pertenecer a ninguna parte. Bueno, eso era lo que sentía, hasta que apareció Santiago. Él significó un cambio en mi vida. Volví a tener esperanza en el mundo. Y por eso, él es mucho para mí.
El timbre suena, y me dispongo a ir a la azotea. Ahí me siento completamente tranquila. El viento choca en mi cara, y me siento totalmente relajada. Ahí, en ese lugar tan pacífico, es donde todos los días me encontraba con Santiago. Aún recuerdo el primer día que nos conocimos. Fue en este lugar. Vine a almorzar, para escapar de mis compañeros. De todo. Y lo encontré... y fue tan gentil conmigo.
 - Hola, Naomi.
Busco el origen del saludo, y lo veo a lo lejos. Es Raúl, amigo de Santiago, que se acerca a mí.

 - ¿Por qué tan sola? - Me dice. Se recarga en la valla. Su postura refleja algo de intimidación. Me hace sentir incómoda.
 - Espero a Santi.
 - Oh, sí. Él. No creo que venga, debe estar ocupado con alguna otra de sus amigas.
Hay algo en su mirar que no me inspira nada de confianza.
 - Mientes.
 - Ni siquiera sé que es lo que le ves a él. Es sólo uno más.
 - No lo conoces.
 - ¿Qué no? Lo conozco mejor que tú. Y deberías estar con alguien mejor. Alguien que sepa tratarte y dar el primer paso.
 - Cállate.
De repente, se acerca violentamente hacia mí. Mi cuerpo se paraliza del miedo, y entonces... Sucede lo inevitable. Me toma de la cintura y me besa. Siento la piel de su boca estar en contacto con la mía, y me comienzo a aterrar. Forcejeo, pero apenas me muevo. Su brazo cobra fuerza y me rodea. Entonces me molesto y pateo su rodilla. Él aleja su cara y se empieza a reír.

 - ¡Santi! - Grito. - ¡Santi!
 - Te lo dije, no vendrá.
Me quedo derrumbada en el frío concreto, y comienzo a llorar. 
Raúl acaricia mi espalda, y me comienza a dar náuseas.
 - Vamos, no seas tan dura. Yo sólo quiero hacerte feliz. Ya sabes, darte lo que necesitas. Con Santiago nunca ibas a recibir nada.
No soporto sus manos, y me voy corriendo a mi casa.
Al día siguiente me despierto muy apenada. Voy a la escuela, pero no presto atención a nada. Sólo puedo pensar en Santi. Siempre termino pensando en él.
 - Naomiiii.
 - ¿Qué pasa, Sophie?
 - No se como decírtelo... pero creo que deberías hablar con Santi.
 - No lo sé... algo me dice que no quiere hablar conmigo. Ayer ni supe de él. Ni me fue a ver.
 - Es que... Si te fue a ver. Estaba en las escaleras con Alejandra, cuando lo vi bajar deprimido. Estaba cabizbajo, y cuando le pregunté, no me contestó. Entonces subí, algo curiosa, y vi que estabas muy cerca de Raúl. No te preocupes, sé lo que sucedió después, pero Santi no.

Mi corazón cae, y se hace pedazos al escuchar eso. Siento que el mundo se desmorona, y las náuseas vuelven.
 - ¿So... phie?
 - Sí. Debes ir. Ahora.
Corriendo, sin mirar atrás, voy a su aula. Por suerte, no estaba ocupado. Me planto frente a él, y conteniendo el aliento, me atrevo a confrontarlo.
 - Santiago, yo en verdad lamento que hayas visto eso.
 - Yo también. - Me responde. Estoy algo asustada. Se escucha frío. Como si sufriera por dentro.
 - Yo... no quería... es decir... fue un error. - No sabía como explicarle lo que sucedió. ¡Fue su mejor amigo!
 - Y vaya que lo fue. No debí de ir a la azotea. - La culpa me invade.
 - No es eso... yo... nada de eso debió pasar.
 - No importa. Ya no importa nada. - Me dice.
 - Santiago, no digas eso. Sabes que eres un gran amigo. - ¡Eres la mejor persona que pude haber conocido!
 - Ya me ha quedado claro. - Ahora lo sé. Nunca podré deshacer eso. No puedo volver al pasado. He perdido todo. Tengo ganas de llorar, pero resisto con todas mis fuerzas. Frunzo el ceño, y aguanto las lágrimas. Con todo lo que puedo, y mis últimas energías, le digo:
 - Yo... no quiero perderte. - Y por nada del mundo lo quiero perder.
 - Tu... Santiago... - Trago saliva y decido dejar todo al destino y al azar. - ¿tu me quieres?
Por primera vez, me mira directo a los ojos.
Después... el silencio reina en el ambiente. Me dejo llevar...

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