Este problema no es reciente. La pobreza ha sido un factor negativo existente en todas las sociedades en todas las épocas, desde la creación de la civilización. Esta diferencia de clases, aunque inevitable, se ha hecho más y más notoria hasta acabar abriendo una brecha abismal entre los mismos miembros de la sociedad. Esto dificulta mucho la transición entre una clase y otra, y forma un desequilibrio que amenaza con colapsar a la sociedad, pues una sociedad en la que la mayoría es infeliz y tiene mala calidad de vida acaba por sucumbir.
Los hechos nos arrojan unas cuantas causas para la pobreza. La primera y más preocupante es una aceptación incuestionable a la situación. La pobreza de repente ataca al individuo y como reacción, este individuo piensa “me lo merezco” o “tenía que pasar”, o quizá “ay qué mala suerte, me tocó”. Esto revela que hay una normalización de la pobreza. Dentro de la sociedad, hay una parte considerable con una mentalidad que pone a la pobreza como un estilo de vida válido y del que no puedes escapar. No es necesario decir el por qué esto daña directamente a la sociedad misma de manera letal. La pobreza de ser un problema social se vuelve una clase social más, la cual puede esperar. Los que se encargan de combatirla pierden la urgencia, y los mismos ciudadanos dejan de luchar contra ella poco a poco.
Otra causa más de la pobreza es la falta de estudios o educación. En México, según la INEGI, el promedio de grado de escolaridad entre los habitantes en 2015 es de 9.2. Esto quiere decir que en promedio, el ciudadano mexicano logra terminar como máximo la secundaria. Es una cifra alarmante, ya que esto muestra un peligro directo a la calidad de vida. Esto, sumado a que el 5.5 de la población en ese mismo año es analfabeta, le da unas pésimas armas a la población para encontrar un trabajo digno y bien remunerado. Y si además ponemos en juego la inflación académica que se ha llevado de manera global, México tiene todas las de perder.
La situación pone más en jaque al mexicano si nos fijamos en la tercera causa de la pobreza: la escasez de empleo. La falta de empleos para dar abasto a la enorme cantidad de mexicanos es un tema que ya tiene tiempo, pero en los últimos años ha explotado con el tema de la sobrepoblación. Las familias mexicanas ahora tienen que contar con al menos 2 trabajadores activos para sostener sus necesidades, y eso provoca que la demanda de trabajos sea de más del doble de familias que hay. Si tomamos en cuenta que los empleos de mejor calidad se concentran en ciertas áreas geográficas como CDMX, Monterrey, Querétaro y Tamaulipas, se vuelve para los mexicanos una proeza sostenerse en pie.
Y como última causa de la pobreza se encuentra la delincuencia, donde se engloban los robos y la corrupción. La sociedad mexicana tiene muchas necesidades, y eso crea una insatisfacción epidémica. Dicha insatisfacción se transforma en una sensación de abandono por parte del gobierno al ciudadano y una impotencia creciente a medida que la economía familiar se reduce, forzando a algunas personas a mentir, a aceptar sobornos… y a robar. En la otra cara de la moneda, los que tienen mucho dinero buscan mantener su estatus, a veces a costa de los demás. Es por ello que las soluciones que involucran disminuir sus lujos de vida salen fuera de la ecuación, retrasando el avance de la economía a nivel nacional. La combinación de ambos factores crea violencia, y desemboca en lo que hoy se ve en México: inseguridad, impunidad y una pobreza casi irrefrenable.
Podemos enfrascar todo el análisis en una cadena de causa y efecto. Los ciudadanos con la mentalidad de que la pobreza es normal y aceptan que es el destino quien les hizo pobres, no luchan por desarrollarse como personas y mejorar sus estudios. Los ciudadanos que no mejoran sus estudios, terminan por no conseguir buenos empleos ni pudiendo migrar para mejorar su calidad de vida. Aquellos ciudadanos que no pueden conseguir un buen empleo ni se pueden mover a otro lugar, terminan cayendo en la delincuencia. Y aquellos ciudadanos que aceptan delinquir para conseguir sustento, terminan pensando que las circunstancias los obligaron a eso, y aceptan que la pobreza es normal. He aquí el ciclo interminable de la pobreza en la sociedad.
Los hechos nos arrojan unas cuantas causas para la pobreza. La primera y más preocupante es una aceptación incuestionable a la situación. La pobreza de repente ataca al individuo y como reacción, este individuo piensa “me lo merezco” o “tenía que pasar”, o quizá “ay qué mala suerte, me tocó”. Esto revela que hay una normalización de la pobreza. Dentro de la sociedad, hay una parte considerable con una mentalidad que pone a la pobreza como un estilo de vida válido y del que no puedes escapar. No es necesario decir el por qué esto daña directamente a la sociedad misma de manera letal. La pobreza de ser un problema social se vuelve una clase social más, la cual puede esperar. Los que se encargan de combatirla pierden la urgencia, y los mismos ciudadanos dejan de luchar contra ella poco a poco.
Otra causa más de la pobreza es la falta de estudios o educación. En México, según la INEGI, el promedio de grado de escolaridad entre los habitantes en 2015 es de 9.2. Esto quiere decir que en promedio, el ciudadano mexicano logra terminar como máximo la secundaria. Es una cifra alarmante, ya que esto muestra un peligro directo a la calidad de vida. Esto, sumado a que el 5.5 de la población en ese mismo año es analfabeta, le da unas pésimas armas a la población para encontrar un trabajo digno y bien remunerado. Y si además ponemos en juego la inflación académica que se ha llevado de manera global, México tiene todas las de perder.
La situación pone más en jaque al mexicano si nos fijamos en la tercera causa de la pobreza: la escasez de empleo. La falta de empleos para dar abasto a la enorme cantidad de mexicanos es un tema que ya tiene tiempo, pero en los últimos años ha explotado con el tema de la sobrepoblación. Las familias mexicanas ahora tienen que contar con al menos 2 trabajadores activos para sostener sus necesidades, y eso provoca que la demanda de trabajos sea de más del doble de familias que hay. Si tomamos en cuenta que los empleos de mejor calidad se concentran en ciertas áreas geográficas como CDMX, Monterrey, Querétaro y Tamaulipas, se vuelve para los mexicanos una proeza sostenerse en pie.
Y como última causa de la pobreza se encuentra la delincuencia, donde se engloban los robos y la corrupción. La sociedad mexicana tiene muchas necesidades, y eso crea una insatisfacción epidémica. Dicha insatisfacción se transforma en una sensación de abandono por parte del gobierno al ciudadano y una impotencia creciente a medida que la economía familiar se reduce, forzando a algunas personas a mentir, a aceptar sobornos… y a robar. En la otra cara de la moneda, los que tienen mucho dinero buscan mantener su estatus, a veces a costa de los demás. Es por ello que las soluciones que involucran disminuir sus lujos de vida salen fuera de la ecuación, retrasando el avance de la economía a nivel nacional. La combinación de ambos factores crea violencia, y desemboca en lo que hoy se ve en México: inseguridad, impunidad y una pobreza casi irrefrenable.
Podemos enfrascar todo el análisis en una cadena de causa y efecto. Los ciudadanos con la mentalidad de que la pobreza es normal y aceptan que es el destino quien les hizo pobres, no luchan por desarrollarse como personas y mejorar sus estudios. Los ciudadanos que no mejoran sus estudios, terminan por no conseguir buenos empleos ni pudiendo migrar para mejorar su calidad de vida. Aquellos ciudadanos que no pueden conseguir un buen empleo ni se pueden mover a otro lugar, terminan cayendo en la delincuencia. Y aquellos ciudadanos que aceptan delinquir para conseguir sustento, terminan pensando que las circunstancias los obligaron a eso, y aceptan que la pobreza es normal. He aquí el ciclo interminable de la pobreza en la sociedad.